Monday, May 19, 2008

Violencia descarnada


El país se encuentra convulsionado por la violencia y prácticamente no hay entidad en la república que no esté sufriendo los embates de la delincuencia.

Como Baja Californianos nos preocupa y nos apena que en muchos rubros de los delitos llamados “de alto impacto” ocupemos ya y tristemente el primer lugar nacional.

No quedan muy lejos y así lo atestiguan las generaciones de nuestros abuelos y nuestros padres, un estado 29 que en la época del presidente Miguel Alemán es erigido de territorio a entidad federativa y en la cual se respiraba un ambiente de armonía, trabajo, tranquilidad y respeto a la ley.

Nos platican del aire casi bucólico de la sociedad Baja Californiana pujante, deseosa de superación y en la cual la palabra empeñada valía mas que la firma que se estampaba en algunos documentos… era la época en que aun no surgía ni la leyenda del “pantalonero” que cuando las familias dejaban abiertas sus casas durante las noches, sin cercos, sin cámaras de circuito cerrado, sin vigilancia adicional y confiando unos y otros en la autoridad, lo único que empezó a trascender casi a nivel de escándalo era que al vecino le habían robado el pantalón la noche anterior. Y esto por que toda la familia se había ido a dormir al techo de la casa para huir del calor y de los zancudos.

El estado vivió épocas de jauja económica, crecieron las ciudades, se volvió un atractivo para las inversiones y para migrantes de toda la república que siempre encontraron en Baja California, una entidad que les recibía con los brazos abiertos y los incorporaba casi en automático a las actividades productivas. La incidencia de homicidios era prácticamente inexistente, los robos eran esporádicos y no existían los secuestros. Revisando algunos antecedentes me encontré con que el primer secuestro que se conoce, ocurrió en la época del gobernador Milton Castellanos Everardo y en contra de una familia connotable y respetable que vivía en el fraccionamiento Los Pinos. Como en ese entonces la autoridad se hacía respetar, el secuestro se resolvió de inmediato, sin consecuencias para la familia del secuestrado y no se volvió a repetir un hecho tan negativo para nuestra sociedad hasta los tiempos actuales en que casi hemos perdido la capacidad de sorprendernos por una ola generalizada de violencia imparable.

La sociedad hoy está aterrada, no da crédito a la incapacidad de los gobiernos ni al alto grado de corrupción con que se han dejado infiltrar los cuerpos policiacos, lo cual conlleva a un estado sitiado por retenes militares que no solo no abaten esa marea de delincuencia que hoy está asolando a Baja California, si no que ha provocado que la mayoría de los ciudadanos honestos sean los primeros perjudicados por la incompetencia gubernamental para cumplir con su primera obligación de darle seguridad elemental a la población.

Podríamos especular sobre las causas directas o indirectas de esta criminalidad y entrar a ese juego perverso de culparse mutuamente los gobiernos y las policías para evadir su responsabilidad y para tratar de minimizar su notoria incompetencia.

No tengo espacio para hacer un estudio muy profundo de índole socioeconómico sobre las casusas del fenómeno, pero es el caso de que los jóvenes que observamos el panorama con total imparcialidad y sin ningún prejuicio partidarista, estamos convencidos de que la autoridad, ya sea federal, estatal o municipal solo se coordinan en el discurso y no en la realidad, no ponen además el ejemplo de respeto a la ley, es evidente la corrupción oficial en el manejo presupuestal en los que se desatiende a la sociedad donde crece también de manera violenta la pobreza, la marginación, la desigualdad y la mediocridad por una pésima educación.

Creemos que será imposible abatir el nivel de delincuencia organizada, secuestros y homicidios, si los gobiernos no tienen autoridad moral para imponerse a las mafias delincuenciales y del narcotráfico que les disputan todos los días los espacios metro a metro y segundo a segundo… de igual a igual y eso es lo grave.

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