Monday, May 19, 2008

Madres benditas


Me corresponde abordar hoy un tema tan noble, tan entrañable y tan humano que no requerí meditarlo mucho por que surge espontánea, natural, efusiva la expresión que no cabe en el pecho y para decir ¡Gracias mamá por la vida que me haz dado!


Pero yo creo que los jóvenes debemos saber valorar no solo el hecho biológico de la concepción de un nuevo ser y darlo a luz trayendo al mundo a los hijos ya de suyo un acto de amor, pues algunas personas por comodidad o estética interrumpen el proceso natural o se quejan diciendo que era un hijo no deseado…


Por ello qué dicha enorme haber sido hijo deseado, esperado, cuidado con esmero y cariño maternal en los primeros días, los primeros años donde como ninguna otra especie, somos totalmente inermes y obvio, no hubiéramos sobrevivido sin el amor, sacrificios y desvelos de nuestra mamá…


Pero también qué dicha enorme es ser hija de padres saludables física y mentalmente por que gracias a ello, fuimos resultado de la unión de factores genéticos sanos para nacer completos, sin taras y con todo el potencial para desarrollarnos, desenvolvernos, saber pensar y socializar, interactuar, para luego ser útiles a la familia y a la sociedad de la que formamos parte.


Somos como alguien ha dicho con sencillez, que la evolución humana es el tránsito entre la simplicidad absoluta referida tal vez a la concepción y la complejidad absoluta que corresponde, al ser pleno y ya totalmente desarrollado física y mentalmente.


Me voy a ayudar con una lectura que me impresionó y que mas o menos decía que el recién nacido recorrerá en treinta años el camino que exigió milenios a la humanidad y agregaba que cada recién nacido es una reproducción del cro-magnon de hace cien mil años que llora en la cuna pero trae el caudal intacto, trasciende el tiempo y si no nace superior a los que ayer nacieron, tampoco es inferior a los que nacerán mañana y que cada nuevo ser lleva la respetable materia de todo el futuro.


Continuaba esa lectura diciendo que el nuevo ser crece sobre el árbol de la especie, luego el joven ser absorbe lo mejor y lo peor de lo que sus progenitores, la escuela, el ambiente le enseñan y es tierna yema de franca naturaleza, limpio de todo pasado, vacío al inicio de toda civilización, inactual, intacto e inocente y concluía diciendo que el nuevo ser es “un viajero sin equipaje pero que encierra toda la civilización, todo el progreso, todo el futuro”.


Es nuestra madre la que fortalece e impide se deshaga la célula familiar, la que permite nuestra formación, nuestra educación, la moral, nuestros hábitos y nuestra adaptación por el aprendizaje para que a pequeños saltos de nuestras vidas podamos enfrentar el porvenir.


¡Que gran tranquilidad emocional para enfrentar las dificultades de la vida cuanto tenemos para recargarnos en el hombro amoroso de nuestra madre que no importa la edad, nos sigue consolando, apoyando, orientando y fortaleciendo nuestra autoestima para continuar en esa vida llena de retos!

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