Thursday, August 7, 2008

Anecdotario


Basta revisar nuestro entorno y repasar la vida en su cotidianidad para admitir que no siempre y a pesar de poner todo nuestro empeño sean siempre fáciles, amables o entusiastas las relaciones entre vecinos...

Desde que el ser humano primitivo en su evolución se fue percatando que solo y aislado le era mas difícil sobrevivir, empezó a agregarse a otros y entendió que varios con un propósito común podían protegerse mejor y hasta prosperar…

Lógico, vivir en agrupaciones le traerían beneficios pero también limitaciones a su libertad de hacer y decidir solo, tendría ahora que llegar a ciertos acuerdos mínimos para seguir siendo parte del grupo…

El espíritu gregario, la necesidad humana de vivir en colectividades hace que las cosas para los individuos sean paradójicamente de amplias perspectivas en común, pero con la necesaria limitación a la libertad de cada cual.

Si además como está demostrado cada uno de nosotros es único genéticamente y ni siquiera una sola huella digital se repite en ninguno de los seres humanos que poblamos este planeta, es muy fácil deducir que teniendo cada uno sus cualidades, defectos, inclinaciones, predilecciones, limitaciones, nivel educativo y hábitos sea difícil la convivencia y la coexistencia entre vecinos…

Si esa diversidad tan amplia la trasladamos a la vecindad y la coexistencia entre países con distinta cultura y obvio distintos intereses, los problemas se agudizan y se multiplican…

Alguien dijo filosóficamente que “aquí nos toco vivir y debemos aprovechar la vecindad” otros con preocupación acuñaron frases como aquella de: “México tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”.

Obvio ni nosotros ni ellos pudieron seleccionar a sus respectivos vecinos y nunca ha sido fácil convivir con los Estados Unidos ya que han sido históricamente agraviantes de nuestra autonomía como estado soberano e igual se quedaron con la mitad de nuestro territorio e imponen hoy la agenda política y económica de nuestro país atrasado y dependiente.

Decir que somos iguales, que nos respetan, que les importamos como vecinos y que hay una “química” natural o espontánea sería tanto como negar la realidad…

Sin embargo y ante esa misma realidad nosotros debemos dejar atrás lastres mentales y reacciones viscerales para aportar a esa relación bilateral la mínima dignidad y gran dosis de inteligencia con responsabilidad.

Si vivimos cerca del elefante, luego entonces debemos estar alertas a su retozar y tratar de vivir mejor aprovechando esa voracidad del paquidermo vendiéndoles lo que sea imprescindible.

Difícil es la relación por la asimetría económica entre ambos y si aquí no hay empleos, los salarios son bajos y la pobreza crece, pues miles de mexicanos se exponen, dejan sus familias en la búsqueda de mejores opciones que aquí no existen y llegan allá sin documentos…

Por ello ese el primer rechazo y se refleja aquí en nuestra convivencia diaria con ellos desde que en esa dinámica de la frontera tenemos que hacer largas filas, soportar el trato del oficial de migración, los perros que suben a tu automóvil y te olfatean, la segunda revisión deliberadamente lenta, el cierre intempestivo de carriles y ahora la exposición a rayos gamma que según expertos acabará con provocarnos algún tipo de cáncer.

Somos un pueblo estoico y seguimos cruzando a pesar de las molestias y luego nos platicamos nuestras experiencias con espíritu jocoso como aquella señora rica que al preguntarle a que iba contestó: “a comprar cochinaditas” y aun no le regresan su pasaporte o aquel señor que sin ningún otro automóvil en la fila alegre dijo al oficial “buenas noches” y así tres veces sin respuesta pero al atreverse a preguntar al oficial ¿no les enseñan a saludar? llegaron tres oficiales a colocarle las esposas, no le permitieron usar el teléfono, lo detuvieron ocho horas y lo soltaron sin pedir disculpas, menos una explicación prueba de esa falsa supremacía, es que ellos entran aquí sin pasaporte ni reglamentaciones.

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