Saturday, October 25, 2008

El deber y el querer


Dice sabiamente Jean Rostand que al nacer cada nuevo ser humano no llega al mundo con los códigos de conducta impresos en su tierno cerebro… Llegamos al mundo dice, exentos de toda influencia, limpios de todo pasado, vicios de toda civilización, ignorando los aciertos o los errores de sus padres y de generaciones anteriores y bellamente concluye que todo ser nace “inactual, intacto, inocente como un viajero sin equipaje…”


Lo que quiere decir ese gran biólogo y filósofo francés es a mi juicio que si cada nuevo ser no llega marcado por ninguna época, ni deformado por una sociedad ni se le ha adaptado a la vida social podría crecer como cualquier “animalito” salvaje que hace lo que quiere y cuando quiere…


En la época de las cavernas el ser humano primitivo no coexistía ni socializaba con sus congéneres, era impulsado por los instintos de supervivencia…


Al tiempo fueron surgiendo como una necesidad los primeros códigos como el de “Hammurabi” en la antigua Mesopotamia, la “Ley del Talión” del ojo por ojo y diente por diente y luego los “Diez Mandamientos” de la ley Mosaica; surgieron después los estados y la primera república de la Grecia Antigua y multitud de leyes para hacer viable, posible y mejorable la vida en comunidades…


Con ello se limitó el querer del deber…


Es cierto que nacemos libres después de que se abolió la esclavitud claro, que tenemos libre albedrío, libertad de pensamiento de hacer y de decir también es cierto… pero siempre sin lastimar nunca a nuestro prójimo ni a ningún miembro de la sociedad con nuestro proceder.


Yo se que la primera reacción ante algunas conductas de los demás, las dificultades del medio, las injusticias y algún tipo de hostilidad, prepotencia o excesos de la autoridad el primer impulso es contestar con la misma moneda y hasta rebelarnos…


En los jóvenes y a cierta edad a pesar de la educación y el ejemplo del resto social quisiéramos cambiar todo: costumbres, hábitos, leyes, reglamentos y pretender hacer lo que se nos antoja haciendo caso omiso de los derechos de los demás sin importarnos que por vivir en sociedad debemos “pagar” auto limitándonos en el querer hacer, para fortalecer y privilegiar el deber hacer para una mejor convivencia y en paz.


Cierto que en nuestra vida privada podemos hacer lo que queramos… no es así si decidimos vivir coexistiendo, solidarios y respetuosos de las normas elementales, hábitos y costumbres de las familias o del país.


¡Como dijo el gran benemérito Benito Juárez “El respeto al derecho ajeno es la paz” y no hay de otra!

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